miércoles, 19 de junio de 2013

El artesano patagónico que hace fuerza por San Martín

El Duende de la calle y  un amuleto verdinegro


Vende artesanías en el centro sanjuanino pero nació en Río Negro y recorre el país. También es payaso ambulante. Después del triunfo del equipo de Forestello ante Estudiantes paró a los integrantes de VOY CON VOS y les entregó un amuleto hecho por sus propias manos. “Soy de River, pero el domingo gana San Martín, acuérdense de mí”, vaticinó después de lamentarse porque su pareja lo echó de la casa de Concepción, por su adicción al alcohol, justo para el Día del Padre. 

Texto: Pablo Zama 
Fotos: Juan Bustamante y Pablo Zama    

Siempre hay extremos. El sábado “el muchachito de la película” fue otra vez Sebastián Penco, que en dos partidos marcó tres goles fundamentales para que San Martín sueñe con mantener la categoría en el Monumental de Núñez este domingo. Paralela a esa historia hay otro rostro, con sonrisas que les mienten a los ojos tristes. El artesano de pelo entrecano, de nariz puntiaguda, aspecto desaliñado como escritor ermitaño y barba de cabra, apodado Duende, se acerca al plantel de VOY CON VOS en el cruce de calle General Acha y avenida Libertador, media hora después del triunfo verdinegro ante el Pincha: “¡Qué grande San Martín muchachos! Yo soy de la Patagonia, de El Bolsón –Río Negro-. Soy de River, pero quiero que ustedes se queden en Primera”. El bohemio (sabiendo que el hincha apremiado por el promedio se nutre de amuletos a los que les confieren un poder sobrenatural para ayudar a su equipo necesitado) toma dos hilos, uno verde y otro negro, los entrelaza y surge una figura que fácilmente puede ser interpretada como dos pequeños triángulos agudos pegados en la base y que coinciden casi a la perfección en tamaño; en la punta tienen un nudo (a uno de ellos lo hizo con las manos en la espalda, sin mirar) y desde ahí sale el hilo restante que no fue cortado.


“San Martín le gana a River el domingo, acuérdense de mí”, dice y entrega el amuleto al que le intentó transferir su energía positiva en medio de un mundo que se le puso gris como el cielo de ese atardecer sanjuanino: “Hoy me echaron de casa, voy a pasar el Día del Padre en la calle –tiene una hija de casi un año-. Es que soy alcohólico, ése es mi defecto. No robo, pero soy alcohólico. Y bueno… mi compañera se enojó...”
Se llama Andrés Carlos Darío Álvarez y tiene 42 años. “A los 16 salí de un hogar de menores y viajé por todo el país. Llegué hasta Perú también, haciendo artesanías”. El Duende cuenta que vive en Concepción, por calle Alem: “Al lado de mi casa hay pintado un escudo de San Martín. A mí me gustaría que se queden en la 'A' porque es distinto cuando un equipo es de una provincia del interior”. Mientras termina de retocar el amuleto que le regala a sus repentinos amigos, sin perder la sonrisa triste de su rostro envejecido por las bofetadas de la vida y el alcohol, dice que no conoció a su padre y que a su mamá la vio “a los ocho años y a los nueve me fui, porque ella hacía el amor en una cama de una plaza y media en la misma pieza en la que estaba yo de espaldas. Mi mamá trabajaba en la calle. A esa edad me decía ‘hijo de puta, hacele la leche en la mamadera a tu hermana’ y yo así me quemé con agua hirviendo una vez”. Pasan dos pibes caminando apurados y preguntan cómo “salió el Verdinegro”. El Duende se anticipa: “Dos a cero, uno fue de Penco, al otro lo hizo Luna”. Vuelve la mirada hacia los integrantes de esta página partidaria: "¿Viste?, sé todo sobre el partido. Lo estuve viendo acá en un negocio, de ahí salí recién".     
El Duende se da un tiempo para hablar sobre los cuatro escalones más importantes de su vida: “Mi primer escalón fue conocer a Jesús, cuando era muy chico; el segundo, conocer la Argentina; el tercer escalón es ser yo mismo, salir a la calle y que me conozcan; el cuarto y último es mi hija, a los 41 años pude ser padre”.   
“Siempre nos dijeron hippies, muy despectivamente, a los que viajamos y hacemos artesanías, pero no hacemos nada malo”, aclara y se pone la nariz de payaso (así realiza shows para los chicos en las calles), nariz roja con la que intenta tapar la tristeza y seguir sonriendo. Pasan otros dos pibes, esta vez vestidos con buzos de River. El Duende los exhorta a apostar por San Martín el domingo en el Monumental, pero uno de ellos pone el pulgar izquierdo hacia abajo. “Prefieren que gane River… y son de acá... ¿Viste?...y son de acá…”.
Los hinchas buscan amuletos, objetos sin ninguna energía real especial pero a los que les adjudican parte de la responsabilidad en algún resultado. El Verdinegro se juega un partido trascendental en su tercera temporada en Primera División. En Córdoba, una paloma blanca sobrevoló el estadio cerca de los sanjuaninos que viajaron al Kempes. El sábado, en el triunfo ante Estudiantes de La Plata, otra paloma blanca cruzó rasante por encima de la Popular Norte. Y a la salida de la cancha, un bohemio patagónico paró a tres hinchas, les diseñó un objeto con dos hilos y les aseguró que San Martín conseguirá el milagro. El domingo será el día de la verdad no sólo para la permanencia en Primera, sino también para que estas supersticiones futboleras cobren alguna validez en la historia de cada fanático. El Duende ya dio su veredicto y se retira con su mochila repleta de experiencias y sinsabores a buscar algún refugio para pasar la noche helada, como cuando fue abandonado por sus padres. También sufre con las caricias ásperas y frías de la espera. Quizás en pocos días salga el sol para todos.

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