El leiv motiv del gol
agónico a Huracán en la final del dieciséis de junio de dos mil siete. “En San
Juan soy feliz”, contaba. El hombre que, afuera del fútbol, tiene como hobby
pescar, lee a García Márquez y disfruta de sus hijos. La imagen de su madre,
fallecida, siempre presente en cada partido. Un hincha le dijo que le puso
“Luis” a su bebé en agradecimiento por cumplirle el sueño. Tonegol, el apodo de
un hombre que le arrancó las lágrimas a toda una provincia cuando llevó a San
Martín a Primera.
Texto: Pablo Zama
Fotos: Pablo Zama e Internet
La cancha,
el hervidero. Un escenario que recuerda a los remotos circos romanos. Gente
abarrotada detrás de la tela de alambre, ojos nerviosos, mínimas sonrisas de expectativa y
ansiedad. Un equipo de Cuyo juega frente a Huracán de Parque Patricios. No importa
qué equipo es: para la Capital Federal el Globo está prácticamente de regreso
en Primera División de AFA y la transmisión de TyC Sports ya prácticamente
festeja ese suceso con relatos parciales. El césped, quemado por el invierno
seco, es la alfombra imperfecta en donde se reflejan esas tenues sombras que
corren con latidos apurados y aliento casi congelado por el invierno árido sanjuanino.
Es junio y es sábado dieciséis. Es el año dos mil siete. En el estadio Tomás
Adolfo Ducó San Martín había caído con gol de tiro libre de Mauro Milano, media
semana atrás. En San Juan, el nerviosismo de la definición. Veintisiete minutos del primer tiempo:
Alejandro “Canito” Gómez desborda por la derecha, centro, mano de un rival.
Penal para el Verdinegro. Las nubes espesas son testigos: Luis Francisco
Tonelotto toma la bocha y apunta a la derecha de Leo Díaz. Explota el
Hilario Sánchez. Pero muy poco antes de que termine el primer tiempo, Joaquín
“El Bati” Larrivey bate a César Monasterio. Terminada la primera parte, Huracán
ascendía.
Las nubes
negras no llovían y en el segundo tiempo los hinchas se iban apagando como
bombita de luz que titila cuando la tempestad se avecina: pasaban los minutos y
por poco no empezaban a haber decesos por los nervios. El aire helado de
invierno árido acuchillaba las ilusiones y algunos plateístas empezaban a
retirarse. A los cuarenta y cuatro minutos: tiro libre para San Martín. Muchos
de los que se iban vuelven. Sebastián Brusco hace honor a su apellido y a los
cuarenta y seis estrella el remate en la red. Leo Díaz queda desvanecido.
Próximo destino: ¿los penales? Los nervios de los hinchas locales y visitantes
llegan a su punto máximo. El árbitro Daniel Giménez adiciona ocho minutos por los reiterados
cortes que se produjeron en el partido. Y en el último minuto del tiempo
agregado, a los cincuenta y tres del segundo tiempo, Matías García corre por el sector
izquierdo y pone la última bocha sobre el área de Huracán: Paolo Goltz pifia en
su pretendido rechazo y la pelota le queda a Luis Tonelotto, que gira, que le
da con pierna derecha, que corre alocadamente y con lágrimas en los ojos
mientras Díaz quiere morirse tirado en el césped. Explota San Juan.
Ahora llueve, porque todo El Pueblo Viejo estalla en lágrimas. El sueño se
cumple y el Verdinegro pisa la elite del fútbol argentino. Fiesta en Cuyo. Y
además de una nota en un diario local, en una apostilla rubrico: “Las cuerdas vocales no querían más y el
nerviosismo era grandísimo. No me acuerdo demasiado, pero entiendo que, pegado
al alambrado de la Platea Este, vi elevarse a Tonelotto, y el rugido del
estadio fue tremendo. Grité hasta destrozar la garganta. Me confundí con los
demás hinchas. Y me encontré en la cancha delirando, abrazado con mi hermano,
los dos con lágrimas en los ojos”. La felicidad tenía fecha, hora y un nombre: Luis
Tonelotto.
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Pasó esa
temporada con San Martín en Primera y me encontré varias veces con Luis
Tonelotto entre notas y saludos, inclusive al día siguiente de que su pie derecho
pusiera el dos a cero ante Independiente y en su departamento, en familia, se
colocaba la camiseta al revés para que en la foto saliera el número nueve que
siempre llevó como sello. Pero en mi calidad de periodista e hincha fanático
pude recién tener la chance de estar a solas en un verdadero mano a mano con Tonegol
cuando volvió a formar parte del plantel en el dos mil nueve, tras una
temporada de ausencia.
Más allá que el delantero que más aprecia
la popular verdinegra repetía que no le gusta “vivir del recuerdo”, quedaba,
sin embargo, en la memoria de los hinchas el estallido y la locura efímera de
aquel sábado dieciséis de junio de dos mil siete. Quedaba el instante sagrado
para los hinchas de San Martín en ese minuto cincuenta y tres de la segunda
etapa. El recuerdo de uno de los goles más felices de su vida, cuando salió corriendo hacia el banco de suplentes
gritando y llorando, mientras los hinchas también se deshacían en alaridos y
lágrimas, invadiendo el campo de juego. Un flash, una foto que quedó patente en
las retinas de los simpatizantes verdinegros.
Pero en ese mano a mano Tonegol dejaba al
descubierto que hay otra historia, otra faceta detrás de la de goleador, y es
la del hombre común que tiene su familia y los recuerdos de la niñez a dos
cuadras del club de sus amores: Gimnasia y Esgrima de Concepción del Uruguay
(adonde soñaba con terminar su carrera como futbolista, porque se declara
hincha fanático, y que consiguió cumplirlo el año pasado), en Entre Ríos. Sus
lecturas, en los ratos libres, de García Márquez. La felicidad que le da ver
jugar a sus hijos: Lucas y Renata (nació al día siguiente del gol de la
victoria de Luis a Estudiantes en San Juan).
Pero con toda esa historia personal
detrás, Tonelotto se acercaba, sin embargo, al micrófono del periodista y aclaraba:
“En San Juan y en San Martín soy feliz”. Entonces seguían los flashes del
ascenso y su vida detrás de la redonda: durante los festejos levantaba la mano
derecha y con el dedo índice señalaba al cielo, en agradecimiento a su madre,
que se fue en otra tarde de fútbol cuando él vestía la camiseta de Almagro y
estaba por salir a la cancha para jugar frente a Instituto de Córdoba. Era su
agradecimiento acostumbrado en las glorias más populares de su profesión (con
varios ascensos a sus espaldas), pero también más íntimas, cómo él solo pudo
sentirlo.
Y otro momento: en los vestuarios, Tonelotto casi en paños menores tras el festejo, abrazando al presidente verdinegro Jorge Miadosqui al grito de “¡Gracias Jorge, muchas gracias por todo esto!”. En aquel momento, la leyenda se iniciaba.
Más tarde, en el regreso del dos mil nueve
el “Pilo” iba a decir: “La primera sensación cuando llego a San Juan es de
felicidad porque el hincha me hace recordar ese buen momento que pasamos en el
ascenso”. Y hay imágenes que un nueve
nunca va a olvidar, aunque el tiempo quiera seleccionar retazos de recuerdo: el
clásico grito de la Popular Norte, que temblaba repleta, con ocho mil fanáticos
en sus gradas al ritmo de “Tonelooo, Tonelooo…” Gritos que formaron parte de la
acústica fundamental del paso de San Martín por primera vez en el círculo mayor
de AFA en esa etapa, cuando los hinchas hacían filas interminables para entrar
a ver a su equipo que había llegado a lo máximo. Y en todo este contexto para
siempre, el romance que existe entre los hinchas de San Martín y Tonelotto
llama la atención de los escépticos y levanta la mirada de los que jamás
formaron parte de una hinchada. Luis no se cansa de contar una anécdota
especial: “Algo que me asombró muchísimo fue cuando salí del hotel para venir a
entrenar y un hombre de unos treinta y cinco años me mostró un bebé, me
mostraba el DNI también, para decirme que le puso de nombre ‘Luis’ por mí, por
tener la suerte de empujar la pelota acá en el ascenso. Creo que esas cosas uno
no las consigue con nada, no hay dinero, no hay nada para conseguir eso”. También
hay otra anécdota que Tonelotto contó en el dos mil siete: “Hace poco se me
cruzó un auto por adelante. Yo iba en mi auto y creí que me iban a robar, me
asusté. Pero era un hincha que quería que le firme un autógrafo”.
En la fecha número treinta y seis de la temporada dos mil ocho / dos mil nueve de la Primera B Nacional, San Martín recibía a Independiente Rivadavia de Mendoza. Ese día, el hombre que guarda como tesoro una camiseta de Luis Figo (se la cambió cuando enfrentó al Real Madrid cuando él era delantero del Murcia) entró a la cancha como rival del Verdinegro y la hinchada local lo ovacionó. En el segundo tiempo, el técnico Fernando “Teté” Quiroz (ex DT del ascenso del club de Concepción) hizo un cambio, sacó a Tonegol y el clásico cantito que choca en el paladar saliendo desde el alma de los verdinegros brotaba de nuevo para que “Tonelooo” vuele por el aire de Concepción una vez más. El nueve que le marcó goles a San Lorenzo, Argentinos Juniors, Independiente, Estudiantes, Vélez, Rosario Central con la camiseta de San Martín se eternizaba.
-Se te vio muy contento con el
recibimiento de la gente cuando viniste a jugar con Independiente de Mendoza, ¿en
ese momento qué te pasó?
Me entró un cosquilleo en todo el cuerpo.
Uno ya esperaba eso del hincha, porque sé que es agradecido. Pero que te lo
demuestre en el hotel, antes de llegar a la cancha, fue muy bueno. Y después
que te lo demuestre en el partido para mí es especial.
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“En San Juan en el día a día, soy feliz cuando entreno, cuando voy a la cancha”, sabía decir Tonegol. “Lo cotidiano es el cariño de la gente en la calle y que mi familia vive feliz y tranquila. Mis hijos en San Juan pueden ir al colegio con tranquilidad. Después, sin ninguna duda, es importante la juntada con amigos, con mi familia, después de un partido. Esas cosas las extrañé y no las he tenido ni cuando estuve en Buenos Aires ni cuando estuve en Europa o en Mendoza”.
-Personalmente, fuera del fútbol, ¿qué te
gusta hacer?
Me dedico mucho a mis hijos. Que los
chicos salgan a andar en bicicleta y poder verlos disfrutar en el parque es
importante. Después, me sigue gustando leer. Creo que para un jugador es básico
leer, porque toda la presión del fútbol te la sacás con un libro.
-¿Qué leés?
Me gusta mucho García Márquez, sobre todo
si son relatos verídicos.
-¿Qué significa Concepción del Uruguay?
Concepción del Uruguay es mi casa, está mi
familia, mis hermanos. Allá hago lo que más me gusta: pescar. Creo que pescar
es lo que más disfruto, lo que me aísla totalmente del fútbol y es la pila que
me cargo para empezar el campeonato.
-¿La gente de Entre Ríos siguió siempre tu
carrera a la distancia?
Sí, eso pasó siempre: me seguían y me
estaban esperando a la vuelta. Ellos sabían que siempre iba a mi casa. Lo que
pasa es que yo de Concepción del Uruguay me había ido a los quince años. Pero
cada seis meses volvía. La gente ahí me tiene mucho respeto y en Gimnasia de
Entre Ríos siempre tuve las puertas abiertas para terminar mi carrera.
-¿Además de las dedicatorias en los goles
señalando al cielo, también pensás en tu mamá cuando tomás decisiones
importantes en el fútbol?
Sí, mi madre me ha acompañado en los
últimos siete años. Siempre me ha guiado y me va a seguir guiando. Yo no tengo
ninguna duda que las decisiones que tomo son compartidas con ella y hasta ahora
no me he equivocado y ojalá que siga sin equivocarme.
Aquella vez, antes de
retirarse en su auto, Tonelotto destacaba que no se siente un ídolo del club
sino un hombre querido y respetado. Y cerraba ante la recurrente pregunta sobre
el gol del ascenso: “Es una imagen que más que nada me la hacen recordar. Yo la
intento ya dejar en el pasado, porque es pasado. Pero fue muy lindo lo que viví
ese día”.
La imagen de Luis Tonelotto deshaciendo su garganta tras la media vuelta en
el área chica ante el pifie de Paolo Goltz, y el posterior estallido de la
bocha en la red, es un cuadro que perdura y se respira en el Hilario Sánchez
Rodríguez para siempre. El Pilo pudo retirarse del fútbol jugando en el Torneo
Argentino A con la camiseta del Lobo entrerriano y actualmente es parte de la
dupla técnica que conduce al plantel. Pero en El Pueblo Viejo siempre habrá un
rincón en el eco del ascenso del dos mil siete que perdura en los corazones de
los hinchas en los que vive un nombre: Luis Francisco Tonelotto.
Luís, lo qe viví ese 16/06/07, fue lo mejor qe le pasó a mi vida! Canté, me enojé, reí, putié y lo mejor de todo, lloré de felicidad. Algo qe jamas en la vida me había pasado, pero con San Martín, lo viví y sentí así. Recuerdo todo como si fuera ayer. Muchas veces cuando sueño, sueño el Ascenso, las caras, el lío de la gente! Tengo una anécdota qe siempre la cuento, qe la recuerdo y me llena de orgullo acordarme!
ResponderEliminarLuís, nunca tuve la suerte de conocerte, pero se qe alguna vez voy hacerlo!
No hay forma de agradecerte lo qe hiciste ese día y año para mi vida! FUE LO MEJOR..
INFINITAMENTE GRACIAS LUÍS!