miércoles, 18 de septiembre de 2013

Diego García, a fondo


Gurí: “Mi mayor motivación es mi hija”

El delantero asegura que el gol más importante fue el que le hizo a Newell’s en el 2012, con el que San Martín se salvó del descenso directo en Primera, y admite: “En las inferiores de Ñúls pasé hambre”. Los recuerdos de Urdinarrain, Entre Ríos, su pueblo. Dice que no descarta convertirse en periodista, como su papá. Morena, de seis años, la dueña de todas sus dedicatorias en los goles. Después de la fractura de peroné y largos meses de recuperación, mañana vuelve a ser parte del plantel verdinegro ante Talleres en Córdoba.     

Texto: Pablo Zama 
Fotos: Internet y gentileza D. García 


Por la forma de ubicar cada palabra parece que hubiera rebasado los 40, pero es un joven de 27 años. Diego García maduró de golpe. A los 15 dejó el pueblo en el que vivió desde los tres meses, Urdinarrain, en Entre Ríos (nació en La Paz). Muchos años después, al primer minuto de iniciado el partido del viernes 15 de junio de 2012 hizo delirar al pueblo verdinegro: le marcó a un difícil Newell’s All Boys y con su gol ayudó a salvarse del descenso directo al equipo que por ese entonces conducía el Colorado Facundo Sava en Primera División (el encuentro terminó 2-1). Fue tal vez la oportunidad de “venganza” que le dio el destino: “A Ñúls llegué en una etapa en la que el club no estaba bien institucionalmente y la pasé mal. En las inferiores de Ñúls pasé hambre”. En el 2013 le volvió a marcar en el 1-1 en San Juan.

En su vida hay un motivo especial que le da fuerzas para recuperarse de las lesiones (tuvo dos en San Martín que lo dejaron muchos meses afuera de las canchas): su hija Morena, de seis años. Mañana, ya totalmente mejorado de una fractura de peroné, irá al banco de suplentes después de mucho tiempo. Si entra y hace un gol ante Talleres, la dedicatoria tendrá  una sola destinataria.

Las primeras gambetas


“Arranqué jugando en Juventud de Urdinarrain, a los cinco o seis años (en la foto de abajo: parado, segundo de izquierda a derecha). Empecé lleno de ilusiones, pero nunca imaginé lo que me está pasando ahora, que lo hago profesionalmente”, dice el Gurí y recuerda que el fútbol le corre por las venas porque su padre, Oscar García, jugó en varios equipos de Entre Ríos. “Es más, yo llegué a la ciudad de Urdinarrain porque mi papá tuvo que ir a jugar ahí, a Juventud. Él me llevó a este deporte”, cuenta el hombre que se crió en ese pueblo de tan sólo ocho mil habitantes.  

-¿Cómo se gestó la oportunidad de irte de tu pueblo y de repente vivir tantas cosas desde muy joven?

La verdad que nunca lo pensé. En Gualeguaychú, que queda cerca de mi pueblo, iban a hacer una prueba de jugadores y me llamaron para que confirme si quería ir, entonces fui a jugar sin pensar en irme a otro lado. Un representante me preguntó si quería probar suerte a Buenos Aires. Le dije que sí, pero sin entender mucho de cómo era el tema. Después, cuando ya van pasando los años y uno avanza en inferiores en Buenos Aires, va tomando conciencia del lugar al que puede llegar.

El primer club al que arribó el Gurí fue a Gimnasia La Plata, con edad de sexta división. Un año más tarde, con edad de quinta, recaló en Newell’s Old Boys de Rosario. Más tarde jugó un año en Lanús y con edad de cuarta división se puso la camiseta de Quilmes.    
 
Diego García recuerda aquellos tiempos en los que tuvo que tomar la decisión que le iba a modificar la vida para siempre: “Me faltaban dos años para terminar la secundaria, tenía que irme a estudiar o a jugar al fútbol. Así que de mi pueblo me iba a tener que ir. Mis viejos me apoyaron mucho cuando tomé la decisión. Aunque, obviamente que no les dije nada en los momentos duros, cuando pasaba hambre”. El Gurí fue el primero en irse. Lejos quedaron su padre, su mamá Norma y sus hermanas Andrea, Jimena y Mariana.  


-¿En esos tiempos de divisiones inferiores qué otras actividades tenías más allá del fútbol?

La verdad que no hacía mucho, encerrado en la pensión era complicado. Salíamos solamente al colegio en la tarde y después volvíamos. Fue duro. La vida en las pensiones es así y más si sos de un pueblo tan chico. En una ciudad tan grande es como que te encontrás perdido. Pero uno tiene que madurar de golpe y tener en claro los objetivos, porque sino es muy difícil. Hay muchos casos de chicos que no están convencidos, extrañan a su familia y se vuelven. Por suerte yo tuve ese espíritu y la mentalidad de decir “voy a luchar por lo que quiero”, y se me dio.

-¿Hacías de comer?

En Gimnasia no, ahí teníamos quien nos cocinaba. A veces llegábamos tarde del colegio y te dejaban una pizza y la hacías, con eso no había problema. Después en Ñúls sí fue más complicado. A mí me agarró una etapa en la que el club no estaba bien institucionalmente y la pasé mal. Así que nos comprábamos la comida con mis compañeros. Teníamos un lugar para dormir, por suerte (sonrisa sarcástica), pero nos arreglábamos como podíamos. A veces comprábamos hamburguesas Paty y con eso zafábamos. 

Jugador de Primera

“A Quilmes llegué en segundo año de cuarta. Habré jugado cinco partidos y me subieron a la reserva. Ahí fue cuando pegué el salto. En los otros clubes me costó mucho”. Diego pisó el fútbol grande cuando el Cervecero ya estaba descendido y faltaban cuatro fechas para finalizar el torneo. “A algunos chicos de reserva nos subieron a primera porque nos tenían que hacer contrato. Entonces debuté con Banfield en mayo del 2007. Entré cuando faltaban 15 minutos para terminar el partido y me hicieron un penal, después un compañero lo convirtió en gol y ganamos 3 a 2 de visitante. Fue un lindo día para mí”.  


-¿Cómo es ese momento en el que pisás por primera vez el césped de Primera División?

En el momento en el que vas a entrar no te das cuenta, cuando salís sí, porque ves la alegría de tu familia. Saber que estás haciendo algo y que eso que hacés le da felicidad a tu familia y a la gente que vos querés, te llena de orgullo.

Morena, la razón de todas las razones 

“El día más lindo de mi vida fue cuando nació mi hija, que ahora tiene seis años. Mi nena nació en Quilmes cuando yo estaba de novio y convivía allá. Después, cuando Morena tenía nueve meses, nos separamos con su madre. Pero la relación es excelente”. Un babero para el padre Gurí: “A veces mi hija viaja para San Juan. Igual, cuando puedo voy yo para allá y la visito o cuando me toca ir a jugar a Buenos Aires me la llevan al hotel en donde concentramos”.

La vida de García se reparte por estos días entre San Juan (en donde reside) Córdoba (en donde vive su madre), Urdinarrain (está su padre) y Buenos Aires (por Morena). “De mi nena trato de disfrutar al máximo en esos 15 o 20 días que tengo de vacaciones. Hacemos de todo un poco. Jugamos, la llevo a comer. Trato de aprovechar minuto a minuto porque sé que como para mí es difícil, también para ella lo es”, dice un delantero pensativo.
   
-¿A qué juegan con Morena?

De todo un poco, a las cartas, a los videojuegos. Es medio machona: también jugamos a la pelota. Tengo un sobrino que vive en Bernal, así que se juntan los dos y son terribles. A Morena la mandamos al arco y ahí probamos algunos remates. 

El Gurí entra a la cancha con una camiseta oficial y su nena está pendiente al televisor. “Ella siempre dice que hago goles. Mira el partido y después me dice ‘hiciste un gol papá’ y yo le digo que sí, para que se ponga contenta. Me ve en la tele y me pregunta cuándo voy a ir a buscarla”. Cuando hace goles, Diego asegura que la dedicatoria está reservada para su hija, porque “es la persona más importante que tengo. Cada vez que entro a la cancha pienso en Morena. Todo lo que hago, lo hago por ella, para que el día de mañana pueda tener un futuro mejor, para que no le falte nada. Mi hija es mi gran motivación”. 

Positivo, siempre
 

El ex Quilmes dice que es una persona positiva: “Si no sos positivo en el fútbol, tenés que dejarlo”. En la intimidad del vestuario de San Martín “me la paso jodiendo y me pongo a cantar, no soy bueno en eso, pero soy bastante desinhibido”. El entrerriano se metió en el bolsillo a los verdinegros con su entrega, habilidad y humildad.  “La gente me trata muy bien. Yo los trato con naturalidad, para mí somos todos iguales, por ahí el hincha lo ve a uno en la calle y piensa que es distinto, pero no es así”, cuenta. Está en pareja desde hace cuatro años. Su novia se vino desde Avellaneda para convivir con Diego en San Juan, en donde la gente los recibió con los brazos abiertos y a él, con aplausos cada vez que pisa el césped del Hilario Sánchez Rodríguez.   

-¿Qué jugadores te parecen que marcan la diferencia actualmente?

Los jugadores que me gustan son (Lionel) Messi y (Cristiano) Ronaldo, que hoy en día son los dos distintos que hay en el fútbol. Pero también me gusta cómo juegan (Pablo) Aimar y (Juan Román) Riquelme.  

-¿Si no hubieras sido jugador de fútbol, que hubieras sido?   

No sé. Tal vez estaría trabajando con mi papá que es periodista. Mi viejo sigue la campaña de Boca desde hace 15 años más o menos, con la radio de mi pueblo.

-¿Es muy errado imaginarse otro caso Diego Latorre con vos?

Risas – No sé, no sé. Tendría que estudiar. Con mi viejo no hace falta, paso trucho ahí para una radio. Olvidate… me siento al lado de él y me pongo a comentar un partido… (más risas). Puede ser que tal vez me tire por ese lado en el futuro, pero hay muchas cosas que podría hacer, por ejemplo: ayudante de campo. 
 
-¿En qué sos un pata dura?

En inglés, soy un desastre.

-¿Hay algo más que siempre te haya costado hacer?

Estudiar nada más, eso es lo que más se me complica.

-¿A quiénes admirás en la vida?

A mi papá y a mi mamá, porque son las personas que mejor conozco.

-¿Cuál es la foto más importante?

La que tengo guardada de cuando nació mi hija. Es la foto más linda de mi vida.